La quema, prevista para la medianoche, fue esperada con expectativa. Muchos coincidieron en que el muñeco, con su forma de proyectil, impactó por su carga simbólica en medio de las noticias sobre guerras y violencia. “Es un signo profético”, resumió el padre Soto, “ojalá nos ayude a romper la indiferencia y a mirar con más compasión el dolor ajeno”.
La noche cerró entre aplausos, velas encendidas y oraciones colectivas. Entre la música y los abrazos, quedó el eco de un mensaje claro: la fe, la tradición y la comunidad son refugios que pueden encender la esperanza en tiempos difíciles.